El papel principal de las células T auxiliares tipo 2 en la dermatitis atópica
La dermatitis atópica está estrechamente asociada con la activación de las células T auxiliares tipo 2 (células Th2). Tras la exposición a alérgenos, el sistema inmunológico produce anticuerpos IgE específicos de alérgenos, que se unen a receptores de alta afinidad en la superficie de los mastocitos. Una vez que los alérgenos se entrecruzan con estos anticuerpos IgE, desencadenan la degranulación de los mastocitos, liberando una cantidad masiva de mediadores inflamatorios como histamina, leucotrienos y varias prostaglandinas.
Estas sustancias inflamatorias inducen una serie de reacciones patológicas, entre ellas espasmos del músculo liso bronquial que provocan obstrucción de las vías respiratorias, aumento de la secreción mucosa, vasodilatación que provoca edema, etc. Estas son precisamente las principales manifestaciones clínicas de la dermatitis atópica. Por lo tanto, la producción de IgE mediada por células Th2 y la posterior reacción de los mastocitos se consideran el mecanismo patogénico clave de la dermatitis atópica.
Diferencias en las respuestas inmunitarias en las etapas tempranas y tardías de la dermatitis atópica
Sin embargo, los tipos de células inmunes primarias que median en la patogénesis de la dermatitis atópica difieren entre las etapas tempranas y tardías de la enfermedad. En la fase inicial domina la respuesta de las células Th2, siendo la característica principal las reacciones alérgicas mediadas por IgE. Sin embargo, a medida que avanza la respuesta inflamatoria, el patrón de respuesta inmune cambia.
En la etapa tardía de la dermatitis atópica, la respuesta inflamatoria se ve cada vez más impulsada por otros tipos de citocinas, como las citocinas proinflamatorias secretadas por las células Th1 y Th17, incluidos los interferones y las interleucinas. En esta etapa, las células inflamatorias infiltrantes en el sitio de la lesión ya no se limitan a mastocitos sino que son predominantemente monocitos y neutrófilos inflamatorios.
Debido a este cambio en el mecanismo inmunológico y en los tipos de células implicadas, simplemente suprimir la IgE o bloquear la respuesta Th2 ya no es suficiente para controlar la enfermedad. Por lo tanto, en el tratamiento de la dermatitis atópica en etapa avanzada, normalmente se requieren fármacos inmunosupresores más potentes, como corticosteroides u otros inmunomoduladores, para inducir la apoptosis de las células T activadas y las células inflamatorias, controlando así eficazmente los síntomas.
Función de barrera cutánea alterada en pacientes con dermatitis atópica
Además de respuestas inmunitarias anormales, los pacientes con dermatitis atópica también presentan defectos estructurales y funcionales en la piel. Las investigaciones han descubierto que la composición de ácidos grasos en la sangre de estos pacientes difiere de la de las personas normales, lo que lleva a una menor capacidad de retención de agua en la piel y a una pérdida de agua transepidérmica más fácil. En consecuencia, la piel de los pacientes con dermatitis atópica a menudo parece seca y escamosa, y esta piel seca exacerba aún más los síntomas de la dermatitis atópica, formando un círculo vicioso.
Precisamente por eso es fundamental que los pacientes con dermatitis atópica utilicen productos de cuidado de la piel y humectantes adecuados para mantener la integridad de la piel y el equilibrio de humedad. Un cuidado adecuado de la piel no sólo puede aliviar síntomas como sequedad y picazón, sino que también puede ayudar a prevenir la entrada de alérgenos, bacterias y otras sustancias exógenas, reduciendo la estimulación excesiva del sistema inmunológico.
Las últimas investigaciones han revelado además que las mutaciones en el gen de la filagrina están estrechamente relacionadas con el desarrollo de la dermatitis atópica. La filagrina es un componente importante de la barrera epidérmica y desempeña un papel crucial en el mantenimiento de la integridad de la piel. Si la filagrina es defectuosa, la función de barrera cutánea se ve gravemente comprometida, lo que permite que bacterias, alérgenos y otras sustancias exógenas penetren en la piel más fácilmente, desencadenando respuestas inflamatorias alérgicas.
En el futuro, una comprensión más profunda del papel preciso de la filagrina en el mecanismo patogénico de la dermatitis atópica puede conducir al desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas para esta afección. Algunos investigadores incluso han propuesto la posibilidad de utilizar la terapia génica para reparar los defectos del gen de la filagrina en las células de la piel de los pacientes, resolviendo fundamentalmente el problema de la barrera cutánea, lo que sin duda sería una dirección de investigación atractiva.
La “hipótesis de la higiene” y su vínculo con ambientes excesivamente estériles
¿Por qué ha aumentado considerablemente en los últimos años la incidencia de enfermedades alérgicas como la dermatitis atópica? Además de los factores genéticos e inmunológicos mencionados anteriormente, también se cree que los factores ambientales desempeñan un papel crucial. La “hipótesis de la higiene” intenta explicar este fenómeno.
Según estudios epidemiológicos a gran escala, en los últimos 50 años, la incidencia de ciertas enfermedades infecciosas como la hepatitis, el sarampión, las paperas y la fiebre reumática, causadas por patógenos, ha disminuido significativamente gracias a la vacunación y a la mejora de la higiene ambiental. Sin embargo, durante el mismo período, la incidencia de algunas enfermedades autoinmunes como la enfermedad inflamatoria intestinal, la esclerosis múltiple, la diabetes tipo 1 y enfermedades alérgicas como el asma ha ido en aumento.
Los defensores de la “hipótesis de la higiene” argumentan que este fenómeno paradójico probablemente se deba a la “limpieza excesiva” del entorno de vida humano. Durante el siglo pasado, con el desarrollo de vacunas y el uso generalizado de antibióticos, la exposición humana a patógenos se ha vuelto cada vez más rara. Sin embargo, la exposición moderada y la infección por patógenos es crucial para entrenar y desarrollar la función inmune normal del cuerpo. La falta de dicha estimulación puede provocar un desequilibrio en el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de enfermedades autoinmunes y tendencias alérgicas.
Investigación empírica que respalda la “hipótesis de la higiene”
Varios estudios han proporcionado apoyo empírico a la “hipótesis de la higiene”:
1. La vida temprana en grupo reduce el riesgo de alergias: un estudio realizado en los Estados Unidos demostró que los niños que ingresaban a la guardería o al preescolar a una edad más temprana, o aquellos cuyos hermanos traían regularmente patógenos a casa desde la escuela, tenían más probabilidades de experimentar síntomas infecciosos durante la primera infancia. . Sin embargo, tenían menos probabilidades de desarrollar enfermedades alérgicas a medida que crecían. 2. La vacuna BCG reduce el riesgo de alergias: una investigación realizada en Japón encontró que los niños que recibieron la vacuna BCG (Bacillus Calmette-Guérin) tenían tasas significativamente más bajas de desarrollar enfermedades alérgicas en el futuro. Los investigadores especulan que la vacuna BCG induce eficazmente una sólida respuesta de las células T auxiliares tipo 1, reduciendo así el predominio de la respuesta alérgica tipo 2. 3. Los productos para bebés de segunda mano reducen la incidencia de alergias: Los estudios han demostrado que los bebés que usaban cunas u otros productos de segunda mano tenían una tasa significativamente menor de desarrollar enfermedades alérgicas en el futuro en comparación con aquellos que usaban productos nuevos. Los investigadores explicaron que los productos de segunda mano pueden contener trazas de patógenos, lo que estimula moderadamente el desarrollo del sistema inmunológico de los bebés. 4. El entorno agrícola reduce el riesgo de alergias: Los niños criados en granjas, aunque expuestos continuamente a altas concentraciones de ácaros del polvo, polen y microorganismos desde una edad temprana, tenían una incidencia mucho menor de enfermedades alérgicas en comparación con los criados en entornos urbanos. Esta exposición ambiental natural se considera un factor clave para desencadenar un desarrollo inmunológico adecuado.
Los hallazgos de esta investigación respaldan la premisa de la “hipótesis de la higiene” de que la exposición moderada a microbios y endotoxinas ambientales (componentes de la pared celular bacteriana) ayuda a activar las respuestas de las células T auxiliares tipo 1 durante la infancia y la niñez, fomentando una respuesta inmune más equilibrada y reduciendo el riesgo de desarrollar una predisposición alérgica más adelante en la vida.
La importancia de las endotoxinas y el entrenamiento inmunológico innato
Las “endotoxinas” se refieren a los componentes principales de ciertas paredes celulares bacterianas, como los lipopolisacáridos (LPS) que se encuentran en las bacterias gramnegativas. Aunque las endotoxinas son realmente tóxicas hasta cierto punto, una exposición moderada es crucial para entrenar y activar el sistema inmunológico innato en bebés y niños pequeños.
Las endotoxinas pueden ser reconocidas eficazmente por varios receptores celulares del cuerpo humano, como el receptor TLR4, lo que desencadena una cascada de reacciones de señalización inflamatoria. Este proceso no solo activa las células efectoras del sistema inmunológico innato (p. ej., macrófagos, neutrófilos), sino que también inicia respuestas inmunes adaptativas, promoviendo el desarrollo de respuestas de células T auxiliares tipo 1 (Th1). Con el tiempo, este “entrenamiento inmunológico” derivado de la exposición ambiental da forma a un estado inmunológico equilibrado y robusto.
Por el contrario, la falta de estimulación de endotoxinas de bajo nivel significa que el sistema inmunológico de un bebé tendrá dificultades para recibir un “temperamento” adecuado, lo que lo hará más propenso a inclinarse hacia la respuesta Th2 y aumentar el riesgo de desarrollar una predisposición alérgica en el futuro. Algunos investigadores lo han comparado con la noción de que “el sistema inmunológico es como un músculo, que requiere ejercicio adecuado para volverse fuerte y saludable”.
Exposición a patógenos que favorecen el desarrollo del equilibrio inmunológico
Sin embargo, no todas las infecciones por patógenos contribuyen al cultivo de una respuesta inmune bien equilibrada; Algunas infecciones virales o bacterianas pueden en realidad hacer que la respuesta inmune se desvíe aún más de la ruta normal. Éste es un punto ciego que debe abordarse en la “hipótesis de la higiene”.
Por ejemplo, patógenos como el virus respiratorio sincitial, Streptococcus pneumoniae (comúnmente conocido como neumococo) y el virus del sarampión tienden a mejorar la actividad de las células T auxiliares tipo 2 tras la infección, lo que puede aumentar el riesgo de desarrollar una predisposición alérgica a lo largo del tiempo. a largo plazo.
Tomando como ejemplo el Streptococcus pneumoniae, infecta con mayor frecuencia a niños de entre 2 y 5 años y causa síntomas como sibilancias, tos y dificultades respiratorias que son sorprendentemente similares a las manifestaciones clínicas del asma. Lo que es más problemático es que la respuesta inmunitaria desencadenada por la infección por Streptococcus pneumoniae difiere de la de los patógenos típicos, lo que dificulta generar suficiente inmunidad para prevenir infecciones posteriores. En consecuencia, las infecciones recurrentes son comunes. Las investigaciones indican que las infecciones recurrentes por Streptococcus pneumoniae aumentan significativamente el riesgo de que los niños desarrollen asma en el futuro.
Papel de patógenos específicos en la predisposición alérgica
No todas las enfermedades infecciosas tienen el efecto de promover una respuesta inmune tipo 1. Patógenos específicos como el virus respiratorio sincitial, Mycoplasma pneumoniae y el virus del sarampión tienden a aumentar la respuesta de las células T auxiliares tipo 2. Cuanto más frecuentes sean las infecciones causadas por estos patógenos, más probable será el desarrollo de una respuesta de células T auxiliares tipo 2, promoviendo así una reacción inmune alérgica.
Virus Respiratorio Sincitial (VSR): El VRS suele afectar a los bebés más pequeños y se presenta como bronquiolitis aguda. Aunque la bronquiolitis aguda causada por el VSR en bebés por lo demás sanos no requiere un tratamiento específico, en el caso de los bebés con afecciones pulmonares subyacentes o cardiopatías congénitas que provocan disfunción pulmonar, se ha demostrado que el tratamiento con un fármaco antiviral (ribavirina) durante la infección por el VRS reduce el riesgo de desarrollar asma más adelante en la vida.
Virus del sarampión: Como la mayoría de los niños reciben la vacuna contra el sarampión después del nacimiento, el impacto del virus del sarampión en el desarrollo de enfermedades alérgicas es relativamente menor.
Micoplasma neumonía: Entre estos patógenos, Mycoplasma pneumoniae es particularmente digno de mención porque infecta con mayor frecuencia a niños de 2 a 5 años y causa síntomas de neumonía como sibilancias, tos y dificultades respiratorias, que pueden ser difíciles de distinguir de las manifestaciones clínicas del asma.
Además, la respuesta inmune desencadenada por la infección por Mycoplasma pneumoniae difiere de la de los patógenos típicos. Mycoplasma pneumoniae no induce fácilmente inmunidad suficiente para prevenir infecciones posteriores, lo que hace que las infecciones recurrentes sean más probables.
Las investigaciones han indicado que las infecciones recurrentes por Mycoplasma pneumoniae pueden provocar el desarrollo de asma. Por lo tanto, cuando se presentan sibilancias en niños de 2 a 5 años, es esencial considerar la posibilidad de una infección concomitante por Mycoplasma pneumoniae, que puede requerir tratamiento concomitante para controlar la enfermedad de manera efectiva.
En resumen, si bien la mayoría de los patógenos contribuyen al desarrollo de una respuesta equilibrada de células T auxiliares tipo 1 en el sistema inmunológico, las infecciones recurrentes con ciertos patógenos específicos pueden aumentar el riesgo de desarrollar una predisposición alérgica.
Preguntas y respuestas sobre alergias: ¿Las pruebas de alergia son adecuadas para bebés?
Actualmente, sólo se requiere una simple extracción de sangre para detectar los principales alérgenos en bebés y niños pequeños. La edad recomendada para realizar la prueba de alergia es alrededor de los 2 años, pero se puede considerar antes si los síntomas de la dermatitis atópica aparecen antes del año de edad.
Históricamente, las pruebas de alergia se realizaban principalmente mediante pruebas cutáneas, en las que se inyectaban varios alérgenos en la piel del individuo examinado y se observaban las reacciones de enrojecimiento e hinchazón resultantes. Sin embargo, este método era relativamente inconveniente y causaba dolor y malestar, ya que cada alérgeno requería una inyección por separado. No era raro ver a niños sometidos a pruebas con los lugares de inyección cubriendo sus brazos y espalda.
Hoy en día, los métodos de prueba de alergia se han vuelto mucho más precisos, permitiendo la determinación de alérgenos utilizando sólo una pequeña muestra de sangre, evitando así molestias innecesarias a los bebés y niños pequeños.
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